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El andurrial de Espuma

La dávida

La dávida

Pedí a Orixá, la diosa del mar, que me concediera el don de la gnosis capaz de abrir mi clarividencia  para percibir si Rubén me amaba, porque yo maliciaba en sus palabras embustes y falsedad. 

A cambio le hice una ofrenda: en noche de plenilunio, a la tercera hora, atrapé en el Gran Lago Salobre, dos pequeñas sílfides  de cuerpos rosáceos y verdes que se agitaban sin parar, y se las llevé dentro de una vasija con agua hasta el mar. Allí se las devolví a Orixá, su verdadera dueña, como dueña es de todos los seres que habitan el lago usurpador.

La deidad entonces, me proporcionó una caracola tornasolada: la encontré al amanecer de ese mismo día, a la salida del sol, en la negra arena, irradiando visos y reflejos de luz. Cuando la pongo en mi oído no escucho el ruido del mar pero tampoco las mentiras de mi amor, sólo un profundo silencio que me alegra el corazón: mi amado me es fiel.

El sueño de una tarde de verano

El sueño de una tarde de verano

El bicho restriega sus patas delanteras, luego las traseras, da una vuelta sobre sí misma y observa la suculenta carne blanca que atesora el néctar alimenticio.

La mujer dormita en traje de baño, bajo el sol esplendoroso, sin percatarse de la mirada de  aquellos ojos múltiples.

El insecto está inmóvil, vigilando que la exquisita chicha no se mueva. Frota de nuevo sus patas delanteras, así como un comensal hambriento se fricciona las manos ante una apetitosa pitanza.  El estatismo de la mujer la induce a atacar y con un suave revoloteo alcanza el muslo, blanco y rechoncho. 

La mosca, sutil, se posa y hunde la trompa en las carnes buscando, ansiosa, la sangre caliente.

La mujer sueña; Manuel, su marido, le está diciendo que la deja, que se ha enamorado de otra y ella siente un punzante dolor en el corazón que, súbitamente, le baja hasta el muslo. Mira a Manuel y éste, sarcástico, le guiña un ojo, mientras le susurra que está gorda y manosea uno de sus muslos.

Ella siente desesperación por el  inminente abandono de su marido, y también percibe el dolor de las uñas de Manuel en su muslo. De rebato, su mano sale disparada a la zarpa infame que le hace daño y le lanza un monumental guantazo.

La mujer sigue durmiendo. Ahora sus visiones son más benignas; se agita y suspira con placidez.

La mosca, espachurrada, resalta como un lunar en la blancuzca piel.

Espíritus confusos (dedicado a mis queridas hermanas)

Espíritus confusos (dedicado a mis queridas hermanas)

 

— ¡Don Pedro! ¡Ay, que desgracia tan grande, don Pedro! Pasó otra vez, pasó de nuevo... luego dicen que no pero nosotros, mi marido y yo, lo vimos con nuestros propios ojos.

 

— Corina... perdona pero ya te dije que yo no creo en almas en pena.

— ¡Ah, no! Eso sí que no, que no me diga usted que no. Anoche lo vimos otra vez, mi Fermín y yo, lo vimos, don Pedro, y le juro por las cenizas de mi padre, que era un ánima del purgatorio.

— ¿Qué visteis exactamente?

— La luz. Esa luz otra vez en el techo. Aparece a las doce de la noche y dura un rato. Mi Fermín y yo no paramos de rezar, porque esa ánima seguro que anda en pena y quiere que le recen. Ya fui a casa del señor cura, para encargarle una misa y...

—Tranquilízate mujer, vamos a hacer una cosa; esta noche duermo yo en tu casa. Quiero ver de una vez un ánima y si tú aseguras que...

— ¡Ay, por Dios y la Virgen! ¡Qué cosas tiene usted don Pedro! No me vacile usted que esto es cosa seria, cosa del otro mundo.

—Si yo no me burlo, que ya te digo que a mis cincuenta y cuatro años, aún no he visto ningún espíritu, y mira que los he buscado, pero nada...

—Pues esta noche, le aseguro que va ver uno, ¡se lo juro! Si viene usted a mi casa y se acuesta en mi cama, porque mi Fermín y yo nos vamos a quedar en casa de mi madre. Que estas cosas del Más Allá son cosas oscuras y yo no quiero saber nada, ¡ay, qué desgracia tan grande!

 

 

 

 

 

La noche cae y don Pedro, entre excitado y jubiloso, se dirige a casa de Corina. ¡Acaso esta noche vea por fin un ánima!  ¡Anda que no había él buscado contemplar un fantasma o algo del otro mundo y nunca lo había logrado!

 

Sí, como aquella vez que iba caminando, una noche enlutada y fría cerca del cementerio, que por allí pasaba el camino que llevaba al pueblo. Caminando y silbando iba él, cuando de pronto un ruido — ¡ssshhh!—, le hizo parar en seco. El corazón le comenzó a latir con fuerza, no lo negaba, tan cerca del camposanto y en mitad de la noche...—¡ssshhhh!— ¡ Otra vez! ¿Alguien me está silbando? Había pensado inmediatamente que algún gracioso quería darle un susto, pero sin dejar de cavilar que un muerto le hacía señales.

¡Ssshhhh!

¿Otra vez? ¿Quién anda ahí?—había preguntado, algo nervioso...

¡Sssshhh!, —le habían contestado.

Observó el cementerio, oscuro, apenas visibles las sombras de los cipreses, y su vello se erizó espontáneamente. ¡Coño!— se dijo— es un espíritu que me está silbando. Tantas ganas le entraron de correr y alejarse de allí, por el pánico, como tantas ansias, su curiosidad morbosa, le insistía en averiguar que eran aquellos sonidos.

Y se acercó al camposanto, —¡Sssssshhh!—, parecía que el sonido era cada vez más nítido, más cercando —¡Sssssshhhh!—, sí, habría de ser un alma, atormentada por sus pecados... —¡Sssssshhhh!— Estaba cerca, muy cerca... ¡ Puñeta!, ¡Le había caído agua a la cara!, ¡Lo estaban mojando!

Y entonces supo que era aquel sssshhh...

¡ Sssshhhhh!—sonó otra vez— ¡ Jesús! ¡Era sólo una tubería de agua; el acople de una tubería que estaba un poco desencajada!

 

 

 

Don Pedro, estaba ya llegando a casa de Corina, mientras sonreía recordando el incidente de la dichosa tubería y su terror... en verdad, que nunca había podido comprobar que existían los espíritus, por ello, no creía en los espíritus.

 

— Entre, don Pedro, entre —le dijo doña Corina, semioculta detrás de la puerta. Mejor que nadie se enterara de todo aquel trastorno, preferible que la gente no andara metiendo sus narices.

 

— ¿Dónde está tu cuarto?

 

— ¡Ay, Don Pedro, es aquel del fondo! Yo no entro, mi Fermín está cenando, ahora viene.

 

— Bueno... pero me habéis de decir dónde sale esa luz. Ya van a ser las doce.

 

— ¡Fermín! ¡Ven acá que ya llegó don Pedro!

 

Ahí aparece Fermín, la cara pálida, el caminar vacilante.

 

— Pero, hombre, ¿cómo tienes tanto miedo?

 

— Don Pedro, le aseguro que ahí dentro hay un ánima.

 

—Bien... ya abro la puerta.

 

— ¡Cuidado!

 

— ¡Coño, me estáis asustando! ¿Dónde es que aparece la luz?

 

—Allí en el techo... espere un poco, ya la verá.

 

 

Minutos pasan que parecen siglos.

 

—Pues yo no veo nada.

 

—Espere, espere... ¡Mírela! ¡Mírela en el techo! ¡Ay, san Policarpo bendito, ampáranos! —aúlla Corina santiguándose.

 

¡Coño! Pues es verdad que hay una luz, mortecina y permanente... ¿qué...?

 

— ¡Ay, qué ánima atormentada será esa luz! ¿Qué quieres ánima bendita?, ¿Misas? ¿Rezos?

 

— Cállate Corina, que me estás poniendo nervioso...

 

 

El piso, la luz sale del piso... el piso es de tablas, que están ya muy viejas y con agujeros por aquí y por allá.

 

Don Pedro, tapa con su pie el agujero por donde sale la luz.

 

— ¿Veis ahora la luz? —comenta burlón.

 

— Ahora no... —balbucea Corina.

 

Don Pedro quita el pie y la luz se refleja de nuevo en el techo.

 

— ¿Y ahora?—pregunta.

 

— ¡Ahora sí! —grita la mujer mientras el marido, desencajado, no dice palabra.

 

— ¿Quién duerme abajo, Corina?

 

— ¿En el sótano?, mis chicos.

 

—Diles que apaguen el quinqué y ya no veréis al ánima esa... ¡coño!

 

Y don Pedro sale del cuarto; rabioso, defraudado ¡Otra vez fue sólo una ilusión! ¿Cuándo diantre iba él a ver un espíritu?

— ¡Si no existen los espíritus, carajo! —se recriminó enseguida, indignado ante su obstinación de aspirar a conocer algo imposible.

 

 Fin

 

Nota: esta historia es real, se han cambiado algunos nombres para no molestar a ninguno de los protagonistas. 

Este relato va dedicado a mis hermanas, que seguro recordarán cuando nuestro padre nos lo contaba, hace ya tantos años, y sin embargo parece tan cercano al mismo tiempo. Con esta historia quiero hacerlas sonreír, por aquellos tiempos de la infancia y juventud, que ahora nos parecen tan felices como inalcanzables, tan nostálgicos como placentero es recordarlo.

Un beso. 

 

 

 

Dori 

Enamorados

Enamorados

Parece tan fácil amar cuando eres joven y te enamoras por primera vez.

Todo a tu alrededor es mágico y la gente te parece buena y los pájaros te aparentan hermosos y hay flores por todos sitios aunque sea invierno, porque la lluvia es, para el embelesado de amor, espléndidamente florida y la nieve perfumada.  Pareciera que el cielo es de un azul nunca visto y los pensamientos van siempre al ser amado como si sólo él formara parte esencial de este mundo.

Parece tan sencillamente maravilloso amar…

Pero después, al paso de los años, te das cuenta de que amar no sólo no es fácil sino que es doloroso y hasta cansado. En la mayoría de los casos, no tiene nadie la culpa, y si hay que señalar a un culpable sería a la vida misma. Imagino que si no fuera por la inexperiencia de la juventud, esa ignorancia extraordinaria, pocos se entregarían al amor, hablando de esta palabra con toda la grandeza que ella significa. Amor.

Porque es cierto que hay diferentes amores, pero el amor tierno y vivaz de la adolescencia es único, aunque sea también más quimérico y caprichoso. Radica quizá en ello su esplendor, porque dicen que uno levanta castillos de arena pero ¡son tan hermosos esos castillos! Como los de los príncipes.

 


Ensueños

Ensueños

Ahora, antes de dormirme, cuando ya acabado el día de trabajo, ya apagadas las luces de toda la casa, cuando llega la hora de entregarse a los brazos de Morfeo, pero un poquito antes, me ha dado por pensar en mi niñez, antes de conciliar el sueño me sumerjo en tiempos pasados y felices, esas noches en que de niña, arropada y dispuesta al sueño, oía, enojada, los ronquidos de mi queridísima mama-tía, que dormía en una cama al lado mío, y escuchaba el gemido del viento fuera, soplando furioso en el tejado. Ese viento que  a muchos les daría aprensión a mí, en cambio, me serenaba, me apaciguaba de los juegos alborotadores y cansados diarios, de la escuela con la maestra riñéndome, de mis problemas de niña. Ese viento, aún hoy, surte el mismo efecto en mí cuando estoy ya en la cama dispuesta a dormir;  cuando oigo llover fuera y percibo el viento mis párpados se empiezan a cerrar tranquilos, entregándose al sueño con una paz y un sosiego casi milagrosos.

He comprobado, que ante los problemas y contrariedades del día a día que no son pocos, antes de dormir, lo que más me relaja es eso, pensar en mis vivencias infantiles, incluso ha habido veces en que yo misma me he sorprendido con una sonrisa al sentir tan vívidos esos recuerdos: evocar las ocurrencias de mi tía, las palabras raras y estrambóticas de mi madre, ya que ella tenía palabras que yo estoy por creer que se las inventaba, porque eran dicciones extrañas, que sólo oía a ella, vocablos no sé si aprendidos de sus familia o ideadas, palabras geniales que hoy recuerdo con tanto cariño y humor, ¡Lo que daría por oírlas de su boca de nuevo!.

Rememoro  las historias de mi padre, esas historias que nos contaba a muchos niños en los días de lluvia, sentados todos muy quietos escuchando alrededor de la chimenea. Las peleas de mis hermanas, los cariñitos de ellas, tengo tres hermanas mayores que yo, hacia mí, la chiquita de la casa… recuerdo, recuerdo… ¡tantas vivencias preciosas, tantos hábitos perdidos ya, tantas rutinas maravillosas!

En fin, que encontré mi terapia para relajarme y es extraordinaria. Muchos dicen que estar a menudo  recordando  el pasado es síntoma de vejez o de tristeza, pero yo no estoy de acuerdo.  Para mí es volver a “vivir” con muchas de las personas que más he querido, es sentir de nuevo los ecos de sus voces, los halagos y mimos que me dieron, el calor de sus abrazos, las sonrisas de sus labios… Además poseo un don, para mí lo es: He podido apartar los malos tiempos pasados y recordar sólo los hermosos. Y esos momentos que no eran buenos, pero tampoco  terribles, he logrado darles la vuelta y volverlos si no estupendos, sí humorísticos, agradables. De esto el mérito es del tiempo,  ya sabemos que el paso del tiempo calma el dolor y enmascara lo malo volviéndolo si no bueno, sí aceptable, menos doloroso.

Feliz Navidad 2011

Feliz Navidad 2011

Otra navidad, pero los mismos deseos de siempre: salud, paz y armonía, para todos, aunque este año deberíamos agregar el trabajo, que el trabajo no nos falte a nadie.

 

Felicidades a todos.

 

El volcán del Hierro juega al escondite

El volcán del Hierro juega al escondite

Y ora aparece el burbujeo, y ora se esfuma. No sabemos en qué terminará todo esto, ese constante movimiento de la tierra, ese a veces ruido o crujido, ese volcán que no acaba de asomar, o quizá nunca lo haga. Lo que sí sé es que los herreños lo están viviendo con bastante nerviosismo, evacuados y vueltos a evacuar, esperando a ver qué pasará. Ojalá que sea un hermosísimo volcán, puede incluso que emerga un islote, eso depende de cuánto tarde y a qué profundidad está o llegue. Un volcán que haga regresar a los turistas y que El Hierro se recupere de todas estas pérdidas económicas de hoy. Pescadores sin faenas, restaurantes sin clientes, comercios cerrados... Esperemos que todo acabe bien y que tengamos otra islita para mirar y disfrutar. Le cuesta al volcán salir, es como un parto difícil y percibir esos dolores continúos que sufre la tierra de El Hierro es algo terrible: Que sea un alumbramiento feliz.

Portada de hoy de: Diario El Hierro

Portada de hoy de: Diario El Hierro

La Restinga, el pueblo ausente

Ayer bajamos a La Restinga. Ocho días después de la evacuación de sus habitantes, este pueblo de pescadores fue tomado por el medio centenar periodistas que se encuentran en la isla trabajando día y noche a la espera de que el volcán, finalmente, emerja del mar que lo cubre, Una erupción que parece enfriarse.
 

 

  

SERGIO GUTIÉRREZ, La Restinga (20/10/2011. 08:40 horas)

Ayer, miércoles, bajamos a La Restinga. Ocho días después de la evacuación de sus habitantes, este pueblo de pescadores fue tomado por el medio centenar periodistas que se encuentran en la isla trabajando día y noche a la espera de que el volcán, finalmente, emerja del mar que lo cubre, Una erupción que parece enfriarse.

Este pueblo de marineros ahora no tiene barcos, ni hay gente por sus calles, y los peces flotan, inertes, sobre las aguas del puerto. Sentando en la Avenida escribo, una calle que hace días bullía de personas, de buceadores, de turistas.., y donde ahora lo único que ve son reporteros gráficos de aquí para allá, como si fuera un pueblo asolado por alguna especie de fuga radiactiva, La Restinga se me antoja un pueblo fantasma. Pero no lo es. Más al contrario, esta localidad marinera resurgirá del desastre como ha hecho desde tiempos inmemoriales, sencillamente porque sus gentes, con los rostros marcados por la sal de toda una vida de dedicada al mar, están hechas de otra casta.

Ahora, sentado frente a un puerto desolado, vacío, sin barcos…, me viene a la memoria los versos de un marinero en tierra de Alberti:

"El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste

del mar?

En sueños, la marejada

me tira del corazón.

Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste acá?"

Sí, los marineros de La Restinga están en tierra, arriba en El Pinar, en el pueblo hermano, donde ahora se concentra la prensa, donde tan bien nos tratan y donde, seguramente, cuando este pase y con el transcurir de los años, lo recordaremos, juntos, como un hermoso sueño.

Pero La Restinga guarda un secreto. Y sabrá explotarlo. Porque el mal de hoy, puede ser la salvación de mañana. Por eso, tal vez, en unos días el pueblo resurja y se muestre al mundo como siempre ha sido: Un pueblo sereno, pausado, lleno de vida, alegre, vivaz y apegado a su eterno mar como una madre a un hijo. Así será.

 

Portada de hoy: diario El Hierro

El Hierro tirita

El Hierro tirita

Nuestra isla de El Hierro está temblando, tiembla débil, lánguidamente, pero eso sí, tirita mucho, llevamos más de 7.000 seísmos de pequeña intensidad desde julio hasta ahora. Unos dicen que quizá haya la posibilidad de la erupción de  un volcán, otros dicen que no, que estos temblores son lógicos en islas volcánicas como son Las Canarias. El caso es que estalle o no un volcán, este enjambre sísmico no es normal, aunque tampoco alarmante, según los vulcanólogos.

El Hierro es una isla pequeña y preciosa, para ir a ella sólo a descansar y soñar, para respirar sin agobios y pescar o bucear en sus mares pródigos y limpios. Yo he estado en ella varias veces  y me encantó. Tiene un pueblo marinero con restaurantes de pescado, encantadores, en ellos se hace la sopa de lapas sabrosísima. Tiene esta isla unos miradores contemplativos, es decir, que en ellos la paz es inmensa, sólo se oyen los pájaros y los insectos, todo lo demás es calma, entonces desde el mirador, cualquiera de ellos, contemplas los paisajes  que parecen irreales por lo hermosamente serenos. Pareciera que estás mirando un cuadro, es algo que me emocionó mucho cuando lo disfruté. En El Hierro hay un árbol que se llama Garoé, era el árbol sagrado de los bimbaches, que son los antiguos aborígenes de El Hierro. Es un árbol “mágico”, destila agua a raudales y debajo de él, los bimbaches hacían una especie de poza para luego recoger el líquido que volcaban sus hojas. Los vientos alisios traían la bruma que producía lloviznas  o incluso sólo rocíos débiles, las hojas del Garoé almacenaban esta agua, tanta agua, y luego la derramaban dadivosos a los nativos. Todavía queda al menos un Garoé en El Hierro.

El Hierro es el paraíso de la paz, es la isla del sosiego y la armonía. Allí los turistas van a  holgar, a  meditar, a respirar.

Como anécdota personal decir que una vez que fui a esta isla de vacaciones y encontrándome cerca del mar, al lado de unas hélices de lava hermosísimas ,  un turista alemán se acercó a mí y me dijo con palabras mal traducidas al español y bastante alborotado: “Tú tener isla muy, muy bonita, tu isla me hechizó, tú ser orgullosa de tener tanta belleza, tú debes dar gracias por vivir aquí” Bueno, yo le agradecí estas emocionadas palabras, sin aclararle que yo también estaba allí de vacaciones, que no era mi isla oriunda aunque sí una de mis islas. Pero tenía razón el germánico, realmente me sentía orgullosa de ella.

Y ahora palpita, El Hierro palpita sin parar, su corazón no cesa de latir y su tierra vibra, acaso ansiosa por mostrar al mundo su ardor. Si llega a ser así, que sea un magnífico volcán para que el mundo lo contemple, sin perjuicios a la población. Ojalá.

Doblessss

Doblessss

— ¡Mire, dos mujeres igualitas! ; las dos con sus vestidos azules y su pelo negro, ambas con sus tacones altos y unos enormes pendientes en las orejas. Gemelas —comenté fascinado por el gran parecido.

El camarero me contempló flemático mientras limpiaba un vaso con una servilleta.

—Creo que ya ha bebido bastante; váyase a casa, ande.
—¿Es que ya estoy viendo duplicado? ¡Si sólo me he tomado cuatro güisquis!

—Sí pero dobles, lo que hacen ocho –murmuró él– y tenga cuidado al salir no tropiece con la dama vestida de azul.

Considerando que tenía razón el barman, descendí del taburete y con sumo cuidado me deslicé entre las dos mujeres para lograr salir a la calle.

Garufo

Garufo

Después de perder a su querido Rufo bajo las ruedas de un enloquecido camión, Emilio juró no poseer un perro nunca más. Y se compró un gato.

Pero su latente predisposición por los canes no le permitió tratar al minino como tal. Ataba al animal, al que llamó Garufo, de una cuerda y lo sacaba a pasear, obrando que el pobre bicho se retorciera frenético e incómodo ante esta actitud absurda, le arrojaba palos para que fuera a buscarlos, le ordenaba que le diera la patita... y cosas así de extrañas.

El felino, ante la insistencia tenaz de su dueño, al fin claudicó; quizá curtido por sus pertinaces enseñanzas o tal vez se acomodó a su destino perruno, el caso fue que aprendió a traerle los palos lanzados y a caminar atado, tan mundano como el más refinado perro. Lamía cariñoso la cara de su dueño, e incluso orinaba en los árboles del parque levantando la pata con garbo canino.

El día en que Garufo aprendió a balbucear su primer ladrido fue el día más feliz en la vida de Emilio. Exceptuando quizá aquella vez que Rufo, en silencio y muy absorto, leyó un cuentito del magnífico escritor Monterroso.

Sólo apto para damas (lo vuelvo a poner en especial para mi hermana)

02/06/2005 23:50 Enlace permanente. Goreño Hay 5 comentarios.

Sólo apto para damas.

mediev.jpgCuentecillo picaresco medieval, rimado y festivo.

—Este bicho me importuna, —quejóse doña Beatriz— ora se posa en mi cuello, ora vuela a mi nariz, pronta se pone en mis labios y más presta en mi cerviz.
—No os azoréis, señora —contestóle don Tomás— que yo acabo con la bestia en menos de un pestañeo. ¿Y mi espada?, no la veo...
—¿Bestia decís? —señaló ella pasmada— tan sólo es un insecto; impertinente y molesto, pero diminuto. Acaso vuestro ardor os engaña; no es ninguna alimaña.
—Pero punza con gran saña, lo mataré en un minuto —replicóle el varón, chinchoso— ¿Dónde está?
—¿Preguntáis por vuestro acero? —expuso la dama, mordaz.
—Mi espada ya la sostengo; por la mosca os inquiero —dijo él con fingida paz.
—La mosca se halla en mi busto, —indicóle Beatriz— recorre rauda mi escote; parece que le da gusto..., ¡ahora asciende al cogote!
—No la veo, mejor me arrimo... ¡Ah, qué susto! ¡Vaya lote! —bramó el hombre.
—¿Os da, una mosca, cerote? —preguntó ella, insidiosa.
—No es la mosca, no es el bicho... —tartamudeó él, mientras, pegado su rostro al pecho de la dama, babeaba, y refutóle— os he dicho.

Y la mosca, que se hallaba en uno de los senos de la mujer, alzó el vuelo y despareció por el postigo.

—Ya os digo —manifestó Beatriz entonces, guiñando un ojo a la asistencia— mañas y ardides no son solamente del demonio. Este año, amigas mías, yo cataré el matrimonio.

Y se baja el telón, entre risas femeniles. Se terminó la función.

Arrullando a los sentidos

Arrullando a los sentidos

Ayer estuvimos viendo, como tantas otras veces, una puesta de sol en el Lomo del Retamal, pero esta vez fue especial.  Las Cañadas está colmada de flores, todo el aire es perfume. Las retamas, que florecen desde últimos de mayo hasta junio, aromatizan el aire de todo el perímetro, es increíble. Los tajinastes se yerguen hacia el cielo arrogantes y orgullosos, como sabiéndose magníficos, fastuosos.

En el Lomo del Retamal, la puesta de sol es como un canto a la naturaleza. El sol se va escondiendo detrás de La Gomera. El cielo se va tornando de colores, son tantos los colores, que pareciera que un ángel estuviese coloreando el horizonte sólo para que los humanos veamos la grandeza de Dios o de la Naturaleza.  Rojo, naranja, amarillo, violeta, rosa… rayas y trazos como una tela enorme y listada.

Sentados, miramos extasiados el panorama, mientras nuestro olfato se embriagaba de aromas y nuestro oído se maravillaba con el sonido de la suave brisa, de los pájaros trasnochadores y de los insectos afanosos, que con tanta flor, tenían mucha tarea.

Nos acariciamos los brazos, como confabulándonos con el entorno, involucrándonos en  la maravilla del ambiente. Y en ese momento me percaté: — Fíjate, hemos hecho complacerse a casi todos nuestros sentidos: vista, oído, olfato y tacto. El gusto, aunque no sea del paladar, es estar aquí contigo y lo que es más extraño, estar aquí conmigo misma.

El sol terminó su jornada. Pero aún quedaron en el cielo colorines que se tornaban cada vez más suaves, hasta que la noche se adueñó de todo. Entonces nos fuimos, callados, ebrios de hermosura, embaucados de naturaleza.

Hoy comienza otro día de trabajo y de estrés, de inquietud y desasosiego. Quizá la economía mejore o tal vez sigamos así tiempo. Esta es la vida real, aunque la otra sea la auténtica.

Cómo me gustaría quedarme atrapada para siempre en el espectáculo de ayer y encajarme en esa perspectiva como una pieza más del entorno, sin alterarlo, plácida y serenamente.  

 

Así te imagino, Nofret

Así te imagino, Nofret

Así, tal cual veo esta imagen, tú y César, allá en un lugar maravilloso, no hay dolor, no hay tristeza, la felicidad y la alegría lo es todo. Tú, dichosa, jugando con tu palomo, todo luz y  armonía. Así quiero imaginarte amiga mía.

Besos.

 

 

 

Monstruos rellenos de miel

Monstruos rellenos de miel

Anteriormente a los fantasmas, brujas, duendes y otros espantos que aterrorizaban al mundo, existían los Gûakos que eran gigantes de aspecto feroz, greñas largas y ojos negros como la noche.

Se aparecían a la gente que andaba a deshoras por esos caminos de Dios, o del diablo, según se mire. Antes de mostrarse, una inmensa niebla llenaba el lugar para después, como caídos del cielo, o del infierno, según se vea, emerger a un palmo de la nariz del infortunado.

La cosa hasta aquí era normal o paranormal, según se considere, pero resultó que luego, los Gûakos, eran tan dulces como un confite y tan mansos como un borrico.

Lo descubrió un tal Orencio Pavia, que era hombre de pelo en pecho y no temía a nada de este mundo ni del otro y tuvo la desdicha o dicha, según se opine, de toparse con un Gûako.

Orencio miró sus fulgentes ojos pero no vio en ellos la maldad sino una inmensa codicia de mimos y ternura, así que sin pensarlo y mientras el gigante se quedaba empantanado delante de él, principió a acariciarle la pantorrilla, que era la zona que podía alcanzar. Eso bastó para que el jayán se deshiciera en lágrimas y, sentándose, dejó que el hombre lo cubriera de arrumacos. 

El Señor de los Entes decidió entonces eliminarlos por considerar que eran seres terroríficos discordes al terror.

Se rumorea que quedan algunos Gûakos, ocultos y protegidos, por hallarse en peligro de extinción.

 

Desilusión

Se deshace el sentimiento

como en el agua el papel ;

Pena, déjala un momento

que no piense en el infiel

y que tenga de escarmiento

no confiar jamás ya en él.

Ensueño

Ven aquí, cuéntame un cuento

que no tenga olor a hiel:

Con peine fino de argento

la niña del coronel,

peina las crines al viento

de su arisnegro corcel.

Hay luz en el firmamento

y  por la mar va un bajel

míralo niña, con tiento,

y verás al timonel.

La ilusión, no me lo invento,

sabe a ambrosía de miel,

huele a  viña y a sarmiento

y aparenta un carrusel.

A veces, si hay contento,

suena como un cascabel .  

Coincidencias

Coincidencias

Cuando terminó la función y ya dispuestas a irnos, mi hermana y yo, reconocimos con estupefacción al actor Andy García entre los espectadores. Cleo agarró mi mano y nos miramos sin decir palabra, fascinadas. Mi pequeña, palpitando de emoción, me dijo. 


—Pídele un autógrafo.
—No, me da vergüenza —le repliqué.

—Por favor, por favor, Elena —me rogó.

—No, lo siento… me da vergüenza —dije yo
Cleo comenzó a gemir, se estremecía e hipaba; temí que le diera otra vez un ataque de asma. Entonces fui hasta el hombre y regresé con el autógrafo: A. García. Ella besó el papel y lo guardó en su pecho, dichosa con el tesoro.

¿Cómo decirle que aquel señor, que ya se había marchado escudriñado por la vehemente mirada de la niña, tenía un increíble perecido con su actor favorito pero era un simple frutero? Mejor no.
Me reanimé pensando que al menos la firma sí era auténtica; Anselmo García ya había hecho algunas más.

El preñado

El preñado

Verle allí, echado en el sofá, con una camisola holgada de blonda, indolente, con aquel mohín apacible en la cara de dulce espera, mimoso y haciendo melindres a todas sus comidas, a todos sus olores, mientras se acariciaba el abultado vientre, la ponía de los nervios. Era ella la que tenía que estar embarazada y no su marido, pero el ginecólogo le había dicho. —Es más fácil que se quede encinta su esposo que usted, señora, porque usted carece de matriz, está usted yerma, castrada, y su cuerpo rechazará siempre un embrión; este trastorno que usted padece es único, que se sepa: implantaremos un óvulo a su cónyuge y esperemos que resulte; él está de acuerdo ¿y usted?

Pues no, ella no estaba de acuerdo, pero nunca creyó que esa fecundación funcionara, sin embargo, allí estaba él luciendo su preñez; apenas le quedaban tres semanas  para parir a su retoño mientras ella, estéril y repleta de envidia, cumplía todos sus antojos, hasta el más mínimo, por el bien del bebé.

—Al menos aféitate esa barba de una semana—le señaló áspera. Por mucho que le doliera, aquello era lo único que discrepaba en su figura de futura mamá.

Y ahora que no venga nadie...

Y ahora que no venga nadie...

No hay andurrial en el mundo

que sea más desgraciado,

triste, solo, abandonado,

debe estar muy  gemebundo…Llora

Esta rima es un ripiado

que viene a hacerle un agrado,

ya que en relatos no abundo

y ni un cuento he imaginado;Sellado

No quiero darle de lado…

¡Es mi Andurrial, no el segundo,

sino el primero y ansiado! Sorprendido

La Pitufa me lo ha dado

con un afecto rotundo. 

Ella también se ha eclipsado,

Pitufina se ha esfumado

¡Era su humor tan jocundo

y su acierto tan alzado!  Inocente

no sé lo que le ha pasado.

Mas entretanto fecundo,

con un ripio atolondrado,

este Andurrial despoblado,

que antes era rubicundo. Vergüenza

Brindemos con vino aguado,

que el ripio, ñoño y pasmado,

del saber no es oriundo

y no es para ser brindado

con champán de ese dorado.

 

Hala, entrad que ya he llegado. Beso

 

 

 

Estreno

Estreno

Primero fue un cosquilleo en la nariz, enseguida un espasmo recorrió todo su cuerpo, después, los músculos del abdomen y pecho se tensaron y subió su diafragma mientras los ojos se le cerraban inevitablemente. Pronto el hormigueo de las fosas nasales se acrecentó, alumbrando el rumoroso estornudo.

Su carita reflejó el pasmo que le causaba la novedosa experiencia; abrió los ojos y  vio el rostro de mamá mirándole por encima de la cuna; parecía preocupada, ¿se habrá resfriado?

Sonrió y mami, más tranquila, hizo lo mismo mientras tiraba de la mantita y lo tapaba amorosamente.