El custodio de los sueños
Si tuviera apéndice nasal podría recordar el aroma de los verdes valles, de las retamas en flor y de la tierra húmeda, cuando Jorgito, subido a su grupa cabalgaba alborozado, sin otra idea en su cabecita que llegar al imaginario fortín, para estar a salvo de los apaches.
Si poseyera cerebro, podría rememorar los tiempos en que Lucas, subido encima de él, avanzaba por los extensos campos, pensando en llegar al castillo para rescatar a la princesa y matar al dragón de fauces ardientes. O cuando Lupita, encaramada en su lomo, corría por debajo de su hada madrina, que volaba etérea y ligera por encima de ella. Si tuviera corazón, ahora se hallaría triste, evocando como la pequeña Tina, jovial y traviesa, le fustigaba con una vara, para que trotara más rápido y alcanzar la casa de la bruja, antes de que los infortunados niños fuesen engullidos por la malvada.
Pero no tenía cerebro, ni corazón, ni olfato; en realidad sólo tenía un cuerpo de encina, fabricado hacia muchos años por un mañoso carpintero. Y no tenía sueños porque éstos pertenecieron a unos chiquillos que ya habían extraviado la ilusión.
En el desván sigue el caballito de madera; viejo, desvencijado y desteñido. Aún permanece ahí, nadie sabe bien por qué, quizá salvaguardando las fantasías infantiles de los adultos que, de vez en cuando, lo contemplan con nostalgia.
7 comentarios
Espuma -
y gracias por esas palabras tuyas que me hacen tanto bien, porque veros por aquí es una gran alegría para mí.
un besazo.
gladys -
Espuma -
Nofret, los ataques de nostalgia son buenos si no los engrandecemos más de la cuenta, niña. Yo sufro de ellos mucho también.
Piedra, me encantó saber que tuviste un caballito cuando eras niño ¿A que cabalgabas en él como si fueras un pistolero del oeste o un caballero en busca de u princesa? ;)
Gore, yo también tuve juguetes fabricados por nosotros mismos, los niños de entonces teníamos imaginación ¿eh?
besos a los tres.
NOFRET -
Aún veo de lejos algunos de los caballitos de madera en los que cabalgaba tan feliz, pero ya no recuerdo las fantasías que les daban vida, supongo que deben haber sido algo muy parecido a lo que cuentas. Las calesitas (creo que les dicen tiovivos) eran uno de mis mayores gozos de niña, y tenía gran habilidad para atrapar la sortija y ganarme otra vuelta gratis, así que daba vueltas y vueltas hasta quedar rendida! ¿Quedaré muy tonta si me subo ahora...?
Me encantó tu texto! (y me dio un ataque de nostalgia!)
Besos!
Gore o Goreño -
Anónimo -
Es cierto que, con imaginación, como tú la tienes a chorros, de esos juguetes de la infancia se pueden crear cuentos y fantasías que es una gozada leerlos. Es un placer leerte, Espuma. Un abrazo.
Piedra -