Los ardores de don Juan (1ª parte)

Allá en la ciudad de Trento
don Juan clamaba sin tino
quejando que su vecino,
aunque con barba y talento,
no era nada masculino.
Ll amábase éste, Gabino,
y su rostro era un evento
suave, nacarado y fino
como la flor del camino
o el pimpollo del sarmiento;
decía Don Juan, felino,
ora crespo, ora mohíno,
que su cercano y atento,
tenía, del ave, el trino,
melodioso y paulatino;
mas, su ira y descontento,
era porque el tal Gabino,
cual extasiado pollino,
le hacía lisonja lento
con talante femenino,
cual dama de alto tocino;
y le lanzaba con tiento
besos de miel, y el ladino,
le hablaba con desatino
de amor y enardecimiento
y de albures del destino,
enunciando que su sino,
su energía y su sustento,
era él , don Juan Merino,
gentil ,valiente y ...¡divino!
¡El gran hidalgo de Trento!
Sigue...
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