Infidelidad

Yo vivía tranquila, confiada, hasta que me lo confesó todo; me había sido infiel. Dijo que fue una aventura sin importancia y que tenía que contármelo para quitarse de encima aquella angustia que lo envenenaba. Hoy soy yo la que no vivo, disimulo, pero no me fío de él y cuando va al trabajo lo imagino en brazos de una mujer, si sale de casa creo de verdad que está con alguien y si se queda intuyo que está pensando en otra. A él lo veo contento… no hay derecho. Me adjudicó su pecado, su culpa la descargó sobre mí, y, vaciado de todo, se ha quedado tranquilo, y ahora soy yo la infeliz, la que no vive, pensando día y noche en su deslealtad, en lo que ocurrió y en si volverá a pasar.
Hubiese preferido que callara y sufriera él los remordimientos de su culpabilidad, no yo.
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