La cabellera
El ofrecimiento de Gregoria a la Virgen fue dejar que el cabello de su hija creciese libre durante toda su vida. Fue una promesa por la salud de la niña, que débil y lánguida por una extraña enfermedad yacía en su cama día tras día; sólo después del compromiso, la muchacha empezó a restablecerse.
Margarita crecía al unísono con su cabello; la larga melena ya se extendía en pos de ella cuando salía a pasear al jardín, arrastrándose como un tapiz enorme. Los pájaros, confiándose a la vista de tan exuberante mata de pelo, decidieron hacer sus nidos en él; era un lugar caliente y recóndito.
Allí se escondían también las arañas, las lagartijas y salamandras, y toda clase de insectos que buscaban calor y escondrijo.
Mamá procuraba lavar el largo cabello de su hija al menos una vez al año. Era muy difícil asearlo y escarmenarlo y cuando lo hacía debía quitar tanto bicho viviente de él, que resultaba muy fatigoso.
Hoy Margarita sigue paseando por el jardín, a sus ochenta y dos años, camina despacio soportando que su cabellera se arrastre extensa y enmarañada, tan saturada de alimañas que casi no puede dar paso.
Desde hace más de cuarenta años espera con ansia la hora suprema, cansada del tormento que es su pelo, pero se le resiste. Quizá —piensa ella con un suspiro—, La Muerte rehuye tener que arrastrar esta gigantesca pelambre.
4 comentarios
NOFRET -
Yo me he sentido así alguna vez con esta mata infernal de ondas y rulos que tenía en la cabeza, imposible de desenredar y mantener en su lugar. Ahora ya no tengo tanto pelo, pero creo que algún pájaro sigue intentando anidar en él! ;)
Espuma -
Gracias por esas palabras tan bonitas.
besitos mil. :-)
Piedra -
Gore -
Es un placer leerte, amiga, transmites alegría como tu tierra canaria. Un abrazo.