De insólitas reencarnaciones

-“Avanzaba, bastante exhausto, por el desierto, el sol apretaba con saña y el calor era insufrible.
Mi propietario, un tuareg de mediana edad, estaba aún peor que yo, abatido y extenuado iba arrellanado sobre mí casi sin fuerza ni para mirar.
Sabía que debía alcanzar el oasis pero mi paso era cansino y mi mente torpe y sin el amo que dispusiera yo era incapaz de discernir.
De pronto y sin siquiera darme cuenta caí de rodillas sobre la arena ardiente y supe que nunca más me levantaría.
Mi amo cayó rodando por las dunas y cuando llegó al fondo ya no se movió.
Todo había terminado; ya no podría alzarme y correr por el desierto, ni podría bramar llamando a mi pareja. Ya mis iguales no volverían a retozar y corretear detrás de mí.
El calor era cada vez más opresivo, no puedo decir los grados porque yo entonces no tenía pensamiento inteligente.
Cerré los ojos, un instante después caí sobre la incandescente arena y mi vida concluyó.
Eso fue creo, hace unos mil años, siglo más, siglo menos, y era mi segunda reencarnación. En la primera fui un pingüino.
En la vida que te he descrito, como ya habrás averiguado, yo era un hermoso camello.
Creo que lo que me perjudicó es haber nacido en la reencarnación anterior en un país glacial y pasar luego a uno abrasador ¿no crees?”
-¡Muuuuu!
-Me complace charlar con seres entendidos en la materia...