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El andurrial de Espuma

Seis jácaras burlonas y refraneras.

Seis jácaras burlonas y refraneras. Hábito de esposa

—Madre: ¿qué cosa es casar?
—Hija: hilar, parir y llorar.

Hija, ilusionada, se quiere casar; se prueba el traje, se mira al espejo, ríe con malicia, sueña con su efebo.

Y llegan las nupcias y acaba la boda, pasa la luna de miel y comparecen las noches de celos y soledad; el marido se olvida de regresar a su lado.
Hija se siente abandonada y entristecida, mientras acaricia su abultado vientre, en espera de su quinto hijo.

Hila, y entre tanto llora.

Clama mientras pare.

Madre viene a verla y besa su frente, se sienta, saca su costura y teje silenciosa al tiempo que, tenue, solloza.

—Madre, ¿por qué lloras mientras hilas?

—Es que ya... parir no puedo, hija.

Entre pábulos y sahumerios

Flota entre olores de fritadas; cebolla doradita, crujientes rosquillas, croquetitas de pescado, rubias empanadas de carne, buñuelos de batata y aromas de canela y vainilla.

Extasiada con el olor de la leche frita, no se percata de que entra él en la cocina. Ella revuelve la cuajada con embeleso, oye el burbujeo de la leche y aspira su aroma meloso. La sartén borbotea, no permitiendo que la crema se aglutine y obsequia a su ama con esa apariencia color caramelo, mientras el tufo dulzón asciende, grácil, delicioso...
El hombre, taciturno, la mira; se siente excluido, arrinconado. La esposa y su sartén se elevaban gloriosas al paraíso y él ni siquiera existe en esos lapsos de embeleso.
—¡La mujer y la sartén en la cocina están bien! —le había dicho infinidad de veces; ella siempre estuvo de acuerdo.

Randas, truhanes y lucrados

—Sí, ya sé, quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón, y don Froilán, según dicen es un manilargo, que si no ¿cómo ha llegado a ser tan rico?, que ya sabrá usted, don Pablo, que cuando el río suena, agua lleva pero, claro, la conciencia me punzaba y vine a contárselo porque lo mismo soy yo el que está errado; ya sabe, se cree el ladrón que todos son de su condición, no obstante, yo antes no sisaba ni una cerilla pero me junté con mala gente y ya sabe, dime con quién andas y te diré quién eres, en fin, que como digo fui yo quién robó a don Froilan las ovejas y los dos potrillos, pero ya es que la miseria me tiene atosigado, mis hijos no comen..., la gente nada sabe de mis desgracias, ya ve, cada altar tiene su cruz...

—Bueno hijo, no puede uno estar a Dios rogando y con el mazo dando, aunque don Froilán tenía que haber tenido más cuidado, el que quita la ocasión, evita al ladrón. Tu penitencia será: donar a la iglesia la mitad de lo que robaste, como escarmiento. Si quisiste al perro acepta las pulgas, y no sigas por el mal camino hijo mío, siembra buenas obras y recogerás frutos de sobras. Cuando salgas de la iglesia has una obra caritativa, una buena acción es la mejor oración.

Dudas razonables

—Caballo que con tres años ve a una yegua y no relincha, o no le gusta la yegua o tiene prieta la cincha.
—¿Y si la cincha está aflojada?
—En tal caso ha de ser porque la jaca es malcarada.
—¿Y si la yegua es muy bella?
—Entonces, el alazán es capón; no le conmueven pasiones ni gusta de los deleites que emocionan al varón.
—¿Y si el caballo es vigoroso y no carece de ardor?
—Puede que sea impúber o cegato. Acaso no puede ventear y no advierte el celo que tan tentador para otros rocinantes ha de ser.
—No es ciego el palafrén, que vista tiene muy clara.
—Entonces, y como última conclusión, prefiera el rocín otro de sus mismas dotes; que disfrute de testes y de bigotes.
—Pues andáis desacertado, ni atinasteis al principio ni a la postrera vez; el animal no relincha porque sufre de mudez.

Conjeturas puras

Mujer que al andar culea y al mirar los ojos mece yo no digo que lo sea, pero al menos lo parece.

Parece que sufre de sarna en la entrepierna, que aunque sarna con gusto no pica, irrita; natural es que se contonee para atenuar la comezón. Y si sus ojos parpadean con demasiada asiduidad, por espasmo alterado será, que la roña brota en la bragadura pero se evidencia en los ojos; ¿no son los ojos el espejo del tormento, se halle éste por fuera o por dentro?

Mujer que al andar culea, preferible que lejos se quede, que desde acullá y a la zaga, mejor se la contempla y así no distingues su mirada, guiñándote inquieta y desesperada.

Conclusión: Convulsa la dama es y de algún mal picoso padece y si no, al menos lo parece.

Ardides parejos

La avaricia rompe el saco: La primera A, aún señera, es liviana pero cuando se agrega la V, su gemela, la siguiente A, y la R, el saco se dobla soliviantado; al introducir la I, apenas se nota, pues es espigada y flacucha. La C, es hueca y parco influye en la tara; la sucesiva I, sigue siendo tan delgada como la primera pero la carga está ya muy acrecentada; el saco jadea, quebrantado, y cuando por fin irrumpe la A postrera, alborozada de encontrase con sus hermanas, el costal se repliega amenazador y, atiborrado, revienta.

Supongamos: La AVARICIA, se desparrama. Las trillizas Aes, desintegradas, la V, deshecha, la R partida en dos, las enjutas hermanas Ies, magulladas, y la C, hecha añicos.

Mejor meter el afán, el ansia o la avidez que pesan menos y no se altera el producto.

4 comentarios

guanachinerfe -

Enhorabuena, espumilla. Por cierto, dónde te has metido?

pokito -

Hola Espuma, qué bonito (las dos cosas, tu casa y el texto).

salud

Cerro -

La avaricia rompe el saco. Ya te dije que era una genialidad. Bueno, pues lo era y lo sigue siendo.

white -

ya te dije que era precioso pero la que más me ha gustado la primera.
Sigue llenando de espumita este tu, (nuestro) blog