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El andurrial de Espuma

El Hierro tirita

El Hierro tirita

Nuestra isla de El Hierro está temblando, tiembla débil, lánguidamente, pero eso sí, tirita mucho, llevamos más de 7.000 seísmos de pequeña intensidad desde julio hasta ahora. Unos dicen que quizá haya la posibilidad de la erupción de  un volcán, otros dicen que no, que estos temblores son lógicos en islas volcánicas como son Las Canarias. El caso es que estalle o no un volcán, este enjambre sísmico no es normal, aunque tampoco alarmante, según los vulcanólogos.

El Hierro es una isla pequeña y preciosa, para ir a ella sólo a descansar y soñar, para respirar sin agobios y pescar o bucear en sus mares pródigos y limpios. Yo he estado en ella varias veces  y me encantó. Tiene un pueblo marinero con restaurantes de pescado, encantadores, en ellos se hace la sopa de lapas sabrosísima. Tiene esta isla unos miradores contemplativos, es decir, que en ellos la paz es inmensa, sólo se oyen los pájaros y los insectos, todo lo demás es calma, entonces desde el mirador, cualquiera de ellos, contemplas los paisajes  que parecen irreales por lo hermosamente serenos. Pareciera que estás mirando un cuadro, es algo que me emocionó mucho cuando lo disfruté. En El Hierro hay un árbol que se llama Garoé, era el árbol sagrado de los bimbaches, que son los antiguos aborígenes de El Hierro. Es un árbol “mágico”, destila agua a raudales y debajo de él, los bimbaches hacían una especie de poza para luego recoger el líquido que volcaban sus hojas. Los vientos alisios traían la bruma que producía lloviznas  o incluso sólo rocíos débiles, las hojas del Garoé almacenaban esta agua, tanta agua, y luego la derramaban dadivosos a los nativos. Todavía queda al menos un Garoé en El Hierro.

El Hierro es el paraíso de la paz, es la isla del sosiego y la armonía. Allí los turistas van a  holgar, a  meditar, a respirar.

Como anécdota personal decir que una vez que fui a esta isla de vacaciones y encontrándome cerca del mar, al lado de unas hélices de lava hermosísimas ,  un turista alemán se acercó a mí y me dijo con palabras mal traducidas al español y bastante alborotado: “Tú tener isla muy, muy bonita, tu isla me hechizó, tú ser orgullosa de tener tanta belleza, tú debes dar gracias por vivir aquí” Bueno, yo le agradecí estas emocionadas palabras, sin aclararle que yo también estaba allí de vacaciones, que no era mi isla oriunda aunque sí una de mis islas. Pero tenía razón el germánico, realmente me sentía orgullosa de ella.

Y ahora palpita, El Hierro palpita sin parar, su corazón no cesa de latir y su tierra vibra, acaso ansiosa por mostrar al mundo su ardor. Si llega a ser así, que sea un magnífico volcán para que el mundo lo contemple, sin perjuicios a la población. Ojalá.

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