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El andurrial de Espuma

Memorias de la infancia

Memorias de la  infancia

Doña Brígida andaba despacio, como si nunca tuviera prisa. Su sempiterno atuendo era un pañuelo atado tras la nuca y un delantal desteñido con bolsillos, donde iba metiendo todo aquello que tuviera algún interés para ella; papeles, un clavo, un trozo de cordón...

Doña Brígida, la ventera, estafaba al pueblo entero y lo hacía con una afabilidad embaucadora y una labia pasmosa, aunque nunca nos engatusó su sonrisa pícara. Pero no había ningún otro sitio donde comprar, y lo más importante; ella nos fiaba todos los suministros, para pagarlos cuando recogiésemos la cosecha de las papas,  así que nos dejábamos estafar sin remedio, apretando los dientes y dejando que apuntase en el cuaderno de los fiados las compras diarias  y un poquito más, o viendo cómo su báscula nos robaba 50 gramos de tocino o un puñado de guisantes.

La ventera se volvió rica y envió a sus hijos a estudiar lejos, como los del cacique o los del alcalde. Entretanto, los demás niños nos quedamos en el pueblo jugando a ser pilotos o médicos, devorando con ansia los escamoteados garbanzos con gorgojos de doña Brígida y suspirando por, sólo contemplar, los flamantes juguetes que los hijos privilegiados ostentaban con regodeo todos los veranos.

 

4 comentarios

Espuma -

Gracias Momita... me encanta que vengas a visitarme y si encima me dices esas cosas tan rebuenas... :)

un besazo para ti.

NOFRET -

Muy cierto, Espuma, el dinero y la honestidad no suelen ir de la mano, aún a pequeña escala como una ventera. Me gustó mucho la sencillez y sinceridad del relato.
Besos!

Espuma -

placer el mío, Piedra, de verte aquí :)

sí que las venteras de antes eran rateras, sí, conocí a varias muy sisadoras, je,je,je

gracias por venir, amigo.

abrazos.

Piedra -

Yo llegué a conocer una ventera que apuntaba lo fiado con muescas en una cañavera. Sin saber escribir, se valía para sisar a toda la clientela. Un placer leerte. Expresiones