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El andurrial de Espuma

Argucias de familia

Argucias de familia

Todos los días iba a visitar a doña Teresa y nos pasábamos las apacibles tardes bajo el gran castaño, hablando de Roberto y tomando limonada. Ella era una buena conversadora y yo la escuchaba, abstraída, platicar de su hijo y las virtudes que éste poseía: era formal, cariñoso, ordenado... yo soñaba con él, sin importarme la opulencia de mi familia ni sus penurias, y envidiaba a las muchachas que, según doña Teresa, asediaban a su hijo.

Yo era por entonces un alma cándida que creía a pie juntillas las palabras de aquella mujer, que parecía tan honorable pese a las privaciones, y no supe ver la realidad hasta después del matrimonio: Roberto fue un esposo tarambana, borracho, huraño e irresponsable.

Ambos descansen en paz.

Hoy, yo sigo bajo el gran castaño donde espero, tomando mi refresco, por Margarita, una muchacha ingenua y hacendosa que deseo para mi Demetrio, este hijo mío cincuentón que tan fielmente ha heredado las “cualidades” de su padre.

¡Qué no haría una madre por su hijo!

4 comentarios

Espuma -

je,je,je... las madres siempre serán madres, luchadoras como leonas si es preciso.

gracias por venir a visitarme amigos.

besos.

NOFRET -

Jeje! qué bueno, Espumosa! :)
(pobre Margarita....)

Sereno -

juas juas fíese usted de las mujeres :p

joseme -

esta espumilla...Ingeniosa e irónica, cómo conoces las construmbres antiguas, sí esas que se heredan... jajaja!
Venga, un fuerte abrazo!